La Historia

La adolescencia de Gunda se resume en el aprendizaje en el arte del control mental. Su padre le legó todos sus conocimientos, obligándole a memorizar los teóricos y a ejecutar los prácticos. Lo que al principio vio bastante inhumano, terminó viéndolo como la única manera de tratar enfermos. Y la verdad es que resultó ser muy buena en todo ello. Se la veía piadosa, con paciencia y hasta intentaba hacer uso de la dulzura, pero con el paso del tiempo se volvió mucho más fría e intolerante. Incapaz de dar el brazo a torcer, su padre murió satisfecho sabiendo que el hospital iba a quedar en buenas manos, y sus enfermos serían disciplinados y curados. Detalle a tener en cuenta Aquí no se conoce el significado de la palabra “rehabilitación”.

Los profesionales más conservadores creen en la cura inmediata, a través de métodos que llegan a ser dolorosos o traumáticos. Así era Gunda. Y así sería por el resto de su vida. Dejó de creer en la humanidad de los pacientes, luego de que su padre se encargara de demostrárselo. Los enfermos pasaron a ser objetos que debían ser evaluados y reinsertados en la sociedad, en lo posible, o seguir adelante en base a los que eran causas perdidas, encontrando nuevos métodos que empeoraban la situación la mayoría de las veces. ¿Te parece demasiado? Recién comenzamos…

A sus dieciocho años, la joven podía encargarse sin problemas del establecimiento, manteniéndolo bajo reglas estrictas. Ése no era un lugar para tomarse vacaciones de los problemas; era para luchar contra la propia demencia destruyendo la mente poco a poco. Pero su vida no se resumía sólo en los enfermos mentales que habitaban en el edificio contiguo a su casa. Ella era, además, una bellísima muchacha que significaba un partido imposible de pasar por alto. Se la veía hermosa, inteligente, fuerte y estricta. Sacaba a relucir su posición económica y eso era un anzuelo difícil de ignorar.  Y lo mejor de todo: era independiente. Ningún hombre querría perdérsela. Pero sólo uno podría hacerla suya.

Gunda se casó apenas unos meses antes de cumplir los veinte años. Su reciente marido era un alemán llamado Fritz Metzger, un caballero apuesto y con ideologías propias de la época. Él era un orgulloso simpatizante nazi: daba a conocer su odio hacia los judíos y admiraba rozagante la Alemania que se erigía sobre los cadáveres de generaciones enteras. La joven esposa nunca antes se había fijado en esa ideología política y social, pero al adentrarse en el tema por su marido, le encontró sentido y comenzó a aceptar el nazismo. Esto tuvo repercusiones en el sjukhus. Y es que al comienzo no se permitía la entrada de judíos en el lugar, pero con el paso del tiempo les pareció una buena manera de contribuir con el régimen. Debo aclarar que el señor Metzger era médico.  Esto significa que tenía un gran interés en la medicina y en los adelantos en la materia, al igual que por la naturaleza humana.


Así es como el centro psiquiátrico se volvió también una especie de laboratorio clandestino, cuyas pruebas se realizaban en los judíos que más se prestaban físicamente para ello. No hay que juzgar a Gunda, quien fue la que permitió esto. Su fidelidad y su cariño –porque no es amor, tan sólo un vano aprecio– hacia su esposo hicieron que ella prestara el establecimiento para dichas técnicas inhumanas. Pero no todo era el Bergström Sjukhus o el régimen nazi. Mientras todo esto que acabo de contar ocurría, se estaba gestando en el vientre de la joven Gunda, una niña que se llamaría Ursula.

La pequeña Ursula Metzger era especial. ¿Por qué? Pues porque rompía, sin lugar a dudas, con el esquema familiar. Y es que ella nunca pudo ser como sus padres; de hecho, había detestado el régimen nazi la primera vez que comprendió lo que todo ello significaba. Aún así se sentía satisfecha, porque ella había nacido en el año Mil novecientos cuarenta y cinco, mientras la Segunda Guerra Mundial culminaba. De todas formas, ella despreciaba las ideas que conservaba su padre en la cabeza. Y ni hablar del sjukhus. Sentía mucha pena por los internos del lugar, porque sabía que sus vidas eran tristes, monótonas, como el blanco y negro… y Ursula era puro color, pura vida. Ursula amaba a los humanos.

Fue así como ya de pequeña comenzó una vida independiente a la de sus progenitores. Siempre los ignoraba; era una niña callada que vivía en su mundo, sin mucho que admirar a su alrededor. Y cuando Gunda quiso adentrarla en el negocio familiar, se dio cuenta que sería mejor mantenerla un tiempo más alejada, ya que la joven tenía otros métodos psiquiátricos: mucho más pacíficos. Es en ese momento en el que se decide que tu hija está mucho mejor alejada en la patria que hacía unos pocos años había dado a luz a tantos nazis ejemplares. Ursula fue enviada a Alemania para aprender a comportarse como cualquier joven de su mismo rango. Ése había sido un error de Gunda y de Fritz, pero ellos nunca lo admitirían.

Ursula volvió a su hogar siendo una joven enamorada. ¿Cuándo es el amor peligroso? Cuando te enamoras de un judío siendo hija de nazis. La negativa fue clara. Pero las motivaciones de la muchacha eran más claras y más fuertes. Había un hombre maravilloso esperándola fuera de ese horrible mundo en el que había sido criada.  No iba a rechazar esa oportunidad de vivir. No iba a rechazar la vida. ¿Cuándo el amor se torna realmente peligroso? Cuando esperas un hijo cuya sangre es judía.

Gunda y Fritz no estaban dispuestos a aceptar el nacimiento de un nieto hijo de un judío. Y Ursula no estaba dispuesta a permitir que sus padres arruinaran la vida que se le desplegaba en su camino. Lo peor de todo era que ella sabía de lo que eran capaces ellos para impedir el nacimiento de ese niño. No tuvo otra opción más que la de escapar, con Gerhold Zimmermann, el hombre que amaba; el judío que sus padres odiaban.

Gerhold Zimmermann estaba seguro de que Ursula había desaparecido por sus padres. Aún así no podía hacer mucho en ese entonces, ya que debía cuidar a su hija. Pasaron varios años, en los que Viola demostró tener el mismo corazón de su madre… pero eso no la ayudaría, porque no por tener un gran corazón, la gente tiene una vida feliz. Nada garantiza una vida feliz. Y esa vida feliz, que Gerhold creía que ella tenía garantizada, se desmoronó a partir de su desaparición. Finalmente, el judío había sido atrapado por mandato de Fritz, y asesinado en los alrededores del sjukhus.

Viola así tuvo que aprender a vivir sin la presencia de sus padres. Fue adoptada al poco tiempo de haberse quedado sola, y su nueva familia era adorable, pero los recuerdos de una vida diferente y de un abismo que se le había cruzado en el camino, eran imposibles de eliminar de la mente. A los quince años comenzó a hacer una investigación que no tuvo fin hasta el día de su muerte. Viola siempre llevaba consigo un diario íntimo, que registraba todo lo que sentía y las cosas más simples que vivía, pero además allí anotaba las sus descubrimientos acerca de sus padres biológicos. Pero la investigación no era lo suyo, así que nunca consiguió grandes datos que aportaran una pieza considerable en su historia. El único descubrimiento que valió la pena fue Arvid.

Arvid Granberg se convirtió en el compañero de Viola. Un joven sueco, estudiante interesado en la política y en la medicina, que tomó el cargo de Ministro de Salud. A partir de entonces ella encontró su vida bastante calma, y pudo tomarse un tiempo lejos de su búsqueda.  En ese tiempo libre se dedicó a su hijo: Noak. Pero su pasado siempre siguió en su mente.

Con el paso de los años, Viola fue recolectando más información, a pesar de que aquellos datos quedarían guardados por siempre en sus diarios, luego de su muerte. Y es que la joven mujer se había enfermado de cáncer, que resultaba fatal y era suficiente para asesinarla con tan sólo treinta y nueve años. Pero Noak, su hijo de diecinueve años, le prometió llevarle la verdad a su tumba, junto con un ramito de violetas, las preferidas de Viola.

La investigación que ahora llevaba Noak –que prometía ser más exitosa que la de su madre–, se vio interrumpida con un hecho desafortunado. Sassa Desmarais, su amiga de toda la vida, había sido internada en el Bergström Sjukhus, por razones injustas. ¡Ella no se lo merece! Pero, sin embargo, hace unas semanas que ella entró allí.

Ahora Noak, es capaz de hacer a un lado la investigación de su madre, por su mejor amiga. Lo que Noak no sabe, es que hay hilos imperceptibles de plata que comienzan a tirar…